martes, 27 de julio de 2010

ACTITUD ANTES QUE APTITUD

El desafío de los nuevos jefes

En los últimos años, ha habido un cambio de paradigma en los procesos de selección de mandos medios: cada vez se tiene más en cuenta la actitud que la aptitud, lo que actualmente se denomina inteligencia emocional, además del análisis de sus competencias.

Para dirigir a un equipo de trabajo correctamente, el líder debe tener muy desarrollada su inteligencia emocional. Ésta hace referencia a la capacidad de ser autocrítico, de controlar los impulsos y de motivar a los colaboradores, entre otras cualidades.

No todas las personas saben ser buenos jefes, pero pueden aprender a serlo.

La inteligencia emocional es una forma de interactuar con los demás desde lo que se siente y desde lo que se capta sensorialmente. Engloba una serie de habilidades como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía o la agilidad mental. Las personas que han aprendido a desarrollar habilidades emocionales tienen más probabilidades de sentirse satisfechas y de ser más eficaces en su puesto de trabajo. Sin ellas, no se puede ser un buen jefe. Como no se trata de cualidades innatas, sino de actitudes que pueden aprenderse, la capacitación y formación específica y ajustada a las reales posibilidades de la empresa y el jefe en cuestión es lo que mejores resultados ofrece.


Para ser buen jefe, "uno debe estar bien consigo mismo". Cuando el estado de ánimo de la persona que manda no es el adecuado, los colaboradores son los que suelen pagar las consecuencias. El buen jefe es el que sabe ganarse el respeto desde la colaboración y la cordialidad, no desde la autoridad.


Asumir toda la responsabilidad

Cuando dentro de un equipo de trabajo algo no sale como se esperaba, el jefe es siempre el responsable aunque el error lo haya cometido uno de sus colaboradores. La persona que accede a un puesto de mando tiene que ser "muy consciente" del lugar que ocupa. Aunque delegue en alguno de sus colaboradores parte del trabajo encargado por sus superiores, se requiere un buen método de supervisión a distancia ya que, el jefe es el que se finalmente se responsabiliza del resultado final. Aprender a delegar es una de las herramientas más útiles y también de las más difíciles de administrar.


Las claves

Para optimizar el rendimiento de su equipo y recibir menos críticas de sus superiores, el buen jefe tiene que deshacerse de tres defectos muy concretos: la falta de empatía, la falta de ética profesional y la intolerancia.

Si el líder de un grupo se deja llevar demasiado por su ego, perderá capacidad para prevenir los errores que puedan cometer sus empleados. El buen jefe no sólo conoce sus limitaciones, sino las de las personas que tiene a su cargo.




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